Ser docente es ser un estilista de almas, un embellecedor de vidas, que tiene una irrenunciable misión de partero del espíritu y de la personalidad. Es alguien que entiende y asume trascendencia de su misión, consciente de que no se agota de impartir conocimientos o propiciar el desarrollo de habilidades y destrezas, sino que se dirige a formar personas, a enseñar a vivir con autenticidad, sentido y proyectos, con valores definidos, con realidades, incógnitas y esperanzas.



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