Ser docente es guiar a los alumnos a la maduración de una fe. El educador creyente deberá reflejar su fe en su propia vida. Por eso, dentro de sus limitaciones, tratará de caminar siempre al lado de sus alumnos, dispuesto a atenderles con especial cariño y dedicación, sobre todo cuando estén en serios problemas y dificultades. Que los alumnos sientan que siempre podrán contar con su ayuda y comprensión y nunca estarán solos.


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